domingo, 1 de junio de 2014

Torbellino emocional

Veinticinco años desde que nací y ciento haber vivido al menos sesenta. Esos instantes, esos segundos, agónicos e interminables que se estiraban como eternidades debido al insufrible sufrimiento...

Mi única realidad actual es mi cansancio. Nací siendo una persona sin miedos, crecí sin miedos pero después del shock que viví, tras otros sufrimientos no menos fuertes, ese fuego interior que irradiaba como un huracán de energía, este símbolo que yo lo identificaba como mi fuerza interior, se encogió y consumió como la llama de una cerilla. Me vi impotente por periodos prolongados de tiempo. Viví la peor de las injusticias hacia un ser querido, peor que si me lo hicieran a mí mismo y me topé con una sociópata, un ser humano (por llamarla de alguna manera) que nutre su vida a costa del sufrimiento de los demás. Que infringe daño en términos muy serios por simple diversión.

Un ser humano sin escrúpulos, desconectada de la empatía, el sentido común, la compasión y su propia humanidad.

Lo peor del asunto es que otros siguieron este juego. Para mí no era un juego, era algo muy serio.

Vivir acorde a mis propios valores, siguiendo lo justo como forma única de concebir la vida... para que me pasara esto a mí…

Ganas de meterle la paliza de su vida no me faltaron. El cuerpo me temblaba de la impotencia, pero tengo el don del autocontrol y por mucho que se me llevaran los demonios, no moví un músculo.

Claro, cómo no iba a caer en shock.

Todo ese torbellino emocional lo interioricé, no pude expresarlo y quedó como un eco, una onda expansiva que me destruyó a nivel psicológico, emocional y físico. Durante ese año experimenté diferentes derrames en todo mi cuerpo. En mis ojos, en el pecho, en mis muñecas e incluso mi lengua una vez se me quedó morada por otro derrame que tuve. El daño continuó por 2 años, un daño que no se lo deseo a nadie. Y durante esos 2 años viví en la impotencia. Es como coger un trocito de cobre y pasar a través de él una gran intensidad eléctrica. Durante un tiempo prolongado el cobre se quema y eso fue lo que me pasó a mí. Simplemente me dieron varias vueltas de más y mi tuerca se pasó.

Temía muchos esos actos procedentes del miedo que si no repetían, tenía el enorme temor de
que algo igual volviera a sucederme. Impotencia, temblores, el cuerpo frío... ganas reales de hacer daño a esa persona por haberme hecho algo tan miserable.

Lo peor de todo fue lo que me sucedió después, después de pedir ayuda psicológica y que me lo denegaran en mi cara. Soy la clase de personas que jamás por los jamases pide ayuda, se darán una idea de cómo podría estar yo.

Caí en un infierno oscuro, donde ya ni siquiera podía sentir mi propia humanidad porque me volví un agujero negro.

Durante este shock no podía ni subirme con las personas en el bus porque les temía, les odiaba, deseaba más que nada no volver a verlos en lo que me restara de existencia... pero aun así me subía, me forzaba a subir y ver que no era como yo me creía. Lo pude superar, por mis propios métodos como siempre, ya que nadie jamás me ha ayudado, más al principio alguien rozaba mi espalda con la suya... y yo tenía ganas de saltar con el bus en marcha. Odiaba que me tocaran y realmente vivía temiéndoles, o con ganas de gritarles todo el gran daño que me habían ocasionado.

Quería darles la enhorabuena, pues si su propósito en la vida había sido destruirme lo habían conseguido. Metía en el mismo saco a la humanidad con aquellos individuos, algo incomprensible ahora que lo veo en la lejanía pero muy real en ese momento.

Estoy mucho mejor, en base al enorme trabajo interior que siempre he hecho. Pero sé que he cambiado mucho, soy de diferente forma desde este hecho. Antes tenía mucha más fuerza interior que ahora pero aún me queda lo suficiente como para poner a cada uno en su sitio si hiciera falta, Sé que en algún momento volverán esas ganas de desaparecer y ya no podré evitar lo que esta vida me depara.

Escrito no identificado


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