Existen secretos que se tatúan en la profundidad de un silencio. La realidad se ha convertido en una permanente amenaza, así que ocultamos lo que sentimos en el interior de lo que en realidad somos.
Hay amores que viven en la oscuridad de las sombras esperando ser descubiertos. Se derriten en máscaras de indiferencia pero siguen siendo los mismos. Lo sé porque he sido una de ellos. Pero supongo que no me queda más que esperar. En ocasiones lo he pensado y termino preguntándome: ¿Hasta cuándo? ¿Y qué haré mientras tanto? La gente no es más que un estorbo a la soledad; se visten de sonrisas, hablan de amor y al parecer son felices.
Yo simplemente me quedo al otro lado, ajeno, como una isla que se aleja. No existe soledad más desesperante que la que se siente cuando no esperas llegar a ninguna parte. Cuando al final comprendes que no encontrarás esa persona que quiera quedarse para siempre.
Escribo el resto de mis días junto a la ventana, mirando atardeceres que nunca compartiré con nadie. Los colores se desprenden, el sol se aleja y a mí no me queda más que cruzarme de brazos. El mundo tiene un sabor amargo, y a pesar de todo me da ganas de surcarlo, atreverme a desplegar estas alas cansadas y salir a decirle que la quiero. Encontrarme con su sonrisa y tener la esperanza en que nadie vendrá a destrozarnos la vida.
Me bastaría incluso con mirarlo a los ojos y encontrarme con el final de mi tristeza. Tener la seguridad de que es quien se merece conocer este amor que no me he atrevido a pronunciar en voz alta...
Un poeta nunca olvida la primera vez que se enamora de lo abstracto y comprende que aquel espejismo del amor será la cárcel en la que vivirá por el resto de su vida. Siempre recordará ese primer afán de querer prenderle fuego al mundo y arder con él, ese dolor que supone el partirse el alma sin que nadie repare en ello y le haga morir de a poco.
Algunos se cortan, un poeta escribe. Un poeta se condena desde el primer día en que decide aventurarse a escribir sobre amores prohibidos y ajenos, de amores de paso, de una sola noche, amores con rostros desconocidos que viven en las sombras y cree que, si nadie es capaz de advertir su tristeza, al menos podrá llegar a muchas personas por medio de ella. Vive enamorado, con la soledad impregnada en la piel como un parásito empedernido. Se encierra y mira al mundo a través de la ventana mientras escribe sobre lluvias, atardeceres e historias que nunca ha vivido. Un poeta es un misterio en su propia cárcel.
Un poeta pide ayuda , pero no quiera que nadie se le acerque.
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