Quería ser el mejor en todo, y no consentía que nadie fuera mejor que él. No soportaba quedar por debajo, y eso le hizo encerrarse más en él mismo, e ir perdiendo los amigos que hubiera podido hacer a lo largo de su vida que eran muy pocos.
Siempre estaba pendiente de todo lo que hacían o conseguían los demás. Pero no era de la sapiencia o el comportamiento en lo que intentaba ser mejor. El sólo quería tener mejor coche que su vecino, mejor casa, mejores muebles.
Si alguien hacía un viaje, él hacía otro más grande, si un compañero de trabajo hablaba de que se había comprado un nuevo televisor, el suyo tenía que ser el de más pulgadas, y eso le obligaba a pedir dinero a los bancos, porque no tenía bastante con lo que ganaba. Pero era tanto lo que compraba, que cada vez su deuda era mayor, y llegó a arruinarse por no poder pagar.
Se recluyó en si mismo y no abría la puerta a nadie, y sentado en el salón de su casa se dedicó a mirar a todo lo que tenía, todo lo que había logrado y se reía sin parar, pensando en que él era mejor que los demás, y que nadie tenía tantas cosas como él.
Llamaron a su puerta, sonó el teléfono, y seguía riéndose sin parar sin contestar a nadie. El juez y los responsables de los bancos venían a su casa para echarle de allí y poder cobrar todo lo que les debía, pero cada vez que sonaba la puerta más alto se reía. Tocaba todo y estallaba en una risa diabólica.
Esperó hasta que derrumbaron su puerta y en el momento en que los bomberos entraron, se pegó un tiro delante de ellos, pensando en su último momento de vida, que él era mejor que todos, que nadie había conseguido llegar a donde él había llegado y que por un instante, todos estarían pendientes de él y de su decisión, porque era el más grande.
Y efectivamente así fue, consiguió llegar a ser el mejor del cementerio, y todas sus posesiones se redujeron a un agujero de 2 metros sin ni siquiera una lápida con su nombre, porque ya no quedaba dinero para pagarla.
Enseguida se olvidaron de él, y nadie supo quien estaba enterrado en aquella sepultura sin nombre. Ni una flor, ni una cruz. Todo eso recibió en su muerte, después de su vacía vida.
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