miércoles, 5 de septiembre de 2018

La noche previa a la consulta

Acostado en la cama , a las tantas horas de la noche, el día antes de acudir por primera vez a un psicólogo cuya posibilidad solo resultó de mi cansancio a reclamos de los más cercanos y por la propia curiosidad obviamente pues quién no se ha preguntado ¿podrán ellos saber?.

Como jamás he podido evitar, mi mente comenzó a viajar y adelantarse a los hechos futuros, a recorrer el camino hasta lo que podría suceder, imaginando cada detalle de lo que sería mi encuentro con esa persona y lo que me diría en ese momento. Y sabiendo que estaría horas en ese ansioso estado antes de lograr dormirme, consideré que esta "capacidad" que generalmente  resulta ser un problema podría ser de ayuda en la elección de lo que le contaría al especialista  y así estar mejor preparado para la ocasión real.

Admitiendo que mi imagen no hablaría por mi, porque mi cascara es similar a todas, traté de adivinar cual podría ser su primera pregunta en la entrevista , ya me veía sentado frente a frente y al él tomando notas (prejuicio  de la profesión), pero ¿qué es lo que dicen ellos al empezar? yo no lo sé, pero si sé que es lo que preguntan todos, el típico "¿cómo te sientes?" y lo pondré en sus palabras porque al fin de cuentas es una persona más.

Y pensé, y reflexioné detenidamente en ello: ¿qué es lo que siento? ¿acaso puedo describirlo?... Lo intentaré por lo menos.

Señor siento como si el mundo se hubiera detenido, que solo vivo en las ideas y las emociones (solo ellas mantienen esta inquieta calma). He perdido el temor al dolor y a la muerte pero no logro tener las ganas suficientes para moverme, entonces siento el peso de la contradicción entre lo que quiero y lo que hago.

Siento, creo y sostengo que mi único futuro es la cercana muerte, pero esporádicos momentos suelo sentir intentos en mi mente de querer cambiar ese pensamiento e imagino (o tal vez deseo) que me ocurra un hecho lo suficientemente traumatizante (hipotéticamente salen posibilidades) que logre revolucionar mi ser y así poder viajar más allá que solo con la imaginación.

Al situarme constantemente al filo del tiempo, todas las demás cosas han adquirido el sabor de lo absurdo e insignificante, siento indiferencia por lo cotidiano y el chiste apenas genera una mueca en mis labios.

Me siento adormecido como por obra de narcóticos y cuando salgo al exterior se produce un aturdimiento extraño, las voces retumban pero las palabras son lejanas. Mis ojos no soportan demasiado brillo y  solo miran el piso.

Mi empatía solo responde a las descritas sensaciones, por eso leo, escucho música y veo películas que la correspondan y a su vez siento como me encuentro atrapado en ese círculo, alargando emociones que para muchos solo son momentáneas. Encuentro gente en este estado pero apenas suben siento que no me entienden cuando les digo que aún sigo abajo, que aún deseo mirar hacia el abismo, que pareciera que la muerte me ha hipnotizado.

Como el tiempo ha pasado  desde aquella, indeterminada temporalmente, “primera vez de la sensación”, siento que ha disminuido su intensidad y como ordinario adicto surge en mí cierto anhelo por los momentos donde la droga era más fuerte. Y a eso se yuxtapone el volver a dar cuenta del correr del calendario, la amargura del reproche de mi inconsecuencia comienza  a atacar, pero al rato mi odio se vuelve a convertir en tristeza y todo sigue.

A mi juicio le envuelve una especie de frialdad pero contrariamente a esta siento que solo se trata de una saturación de las emociones, ya no puedo sentir otra cosa diferente a este extraño pesar.

Cuando estoy frente a otras personas me siento solo, como si fuera el espectador de una película, aunque en momentos creo que me ven (algunos de ellos, que algo deben saber) y cuando sus ojos se apoyan en los míos siento que enseguida los retiran asustados  por temor de caerse dentro, en mis emociones. Luego solo vuelven a lo suyo y se olvidan tan rápidamente que solo alcanzo a guardar instantáneas en mi memoria de esos cruces de mirada. Pienso que no sienten miedo de mi sino de ver lo que yo veo, de sentir lo que yo siento (por lo menos eso los justificaría, así no siento odio).

Pero hay una excepción a esa inalterable y constante sensación. Se produce cuando la debilidad busca otra víctima, cuando son ellos (los “normales”) quienes descienden y la padecen, es ahí cuando me siento algo fuerte. Creo que es esa comparación de situaciones lo que la produce , pues yo tengo la experiencia de la batalla constante a mí favor… Pero solo es un momento... Porque ellos salen... y yo sigo en la trinchera esperando la explosión. Entonces la angustia reflota y todo se siente peor.

Bueno señor , tu eres el especialista en mentes, me gustaría que me ayudes a buscar las causas de mis sentimientos, no opondré resistencia y contaré todos los hechos que me han  pasado que usted crea puedan haber marcado mi vida y mi manera de "sentir".
...

Ahora me ha invadido el sueño.. se desvanece la figura del psicólogo imaginado, con él se va todo lo relatado y sé que mañana lo olvidaré y sé que tal vez ni siquiera me levante para ir a la consulta con el sujeto real.


Escrito por Bastian P. en Cuéntanos a todos.

1 comentario:

  1. magnificamente maravilloso lo mejor ha sido el final en eso se resuelve mi vida

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