Llego a casa. De nuevo, el día de hoy es duro para mí, pero es sólo uno
más. Me recuesto en la cama y pienso mirando al techo. Las personas
vivimos siendo un número; lo que pesamos, lo que medimos, las
calificaciones, las fechas que te marcan, etc. Eso es triste.
El reloj marca las 00:00. Ya van 26 años.
Mi cabeza, empieza a estrujar mi corazón lentamente. Lo retuerce muy despacio, y no parará hasta que consiga dormirme.
Ahora que no estas, necesito contarte todo aquello que no te dije. Me pasaría horas hablándote.
Entonces, cierro los ojos y te lo cuento. Te noto cerca, sonriendo,
escuchándome. Siento el calor que me falta durante el día. Huelo tu
perfume, noto tu abrazo, y finalmente saboreo tus labios.
Minutos después despierto. De nuevo te has ido sin avisarme. Eran solo fantasías que nunca pasaran. La oscuridad y la soledad vuelven a mí. Quiero correr, quiero escapar rápidamente de este sentimiento, que un día tras otro se repite, destrozándome por completo.
En la calle, todo tiene otro color, el cielo es gris, las hojas son sólo marrones y todos los edificios son oscuros. Pasan las horas, buscando mi momento, intentando olvidarme. Otro día sin ti, sin más. De nuevo me acuesto.
Hoy no quiero que aparezcas, simplemente, porque no puedo soportar que te vuelvas a marchar.
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