martes, 24 de marzo de 2015

Mi rostro

 El único foco que brilla en el baño hace que mi cara parezca más afilada de lo que es, mis pómulos quieren escapar de su prisión carnal, volver al polvo del que surgieron.

Pero lo que más me sobresalta son mis ojos, unos ojos vacíos, muertos, rotos, cenizas de una llama que ardió más que un millón de soles, pero que ahora yace extinguida, condenada a una eternidad muerta y que ahora se reflejan en el espejo.

La expresión que emana de mi rostro sería capaz de hacer llorar al mitológico Hércules como si de un bebe se tratase, de orinarse al mismísimo Lucifer. Pero el temor que me infunde a mi, es aún mayor, indescriptible, me causa un dolor comparable a morir quemado o devorado.


El dolor de no poder amar y el temor de no poder sentir.


Sombras, luces y ecos se escuchan mientras camino hacia mi propia muerte, hacia el suicido, hacia el fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario