¿Cuándo fue que te conocí?
Creo que a la edad de dos.
Creo que te vi.
Te miré a través de mi rostro empapado de lágrimas con los ojos vendados y mis manos en mitón enlazado que no se podía quitar.
Me perdí en los colores cálidos de tu abrazo y sentí que el terror descendió en un cuerpo que no era el mío.
Sigues siendo mi primer recuerdo...
Pero entonces ¿ cómo podía entenderte?
Siete. En la escalera del sótano me encontraste de nuevo, aunque me tomaste por sorpresa.
Suaves y seductores fueron sus susurros intoxicantes.
Tomé tu licor etéreo.
Respiré tus susurros. "No debes estar aquí y sufrir; solo tienes que imaginar"
Así que imagino que lo hice.
Enterré mi cabeza en tu abrazo y presioné los ojos contra mis muslos.
Ya en una escalera de telarañas me sentí elevado.
Creí que me habían crecido alas pero sus murmullos cesaron, y el hechizo se rompió.
A los ocho me tomé en serio las palabras de mi madre:
"No duermas bajo la manta, o te quedaras sin aire".
Pero no podía resistirme.
Enterré mi cabeza bajo mi manta, y esperé a que sus susurros llegaran, pero nunca lo hicieron.
Incluso apreté mi manta.
Me quedé allí para respirar y sentí que mi manta se calentaba.
Lo habías prometido. Lo habías prometido.
¿Porque no has venido?
Cuando tenía diez años me gustaba ir a la planta decimotercera del edificio e imaginar la vida de todos por debajo.
A los trece años empecé a escucharte cantar un canción de la sirena que solo puedo oír.
Eso me hizo sentir francamente extraño.
Yo no quería nada de eso.
Quería salir de mi piel, donde estaba encarcelado
A los diecinueve años ¿Quién más podría llenar mi vacío donde dos docenas de amantes habían fracasado?
Por la noche escuchaba tus susurros rugientes, siendo mantenido por el gemido de la sirena, que siempre estaba esperando en casa para mí, después de cada fiesta de familia, después de cada pelea, hasta que ya no valoraba nada más que a vos.
Me haces eternamente un amante fino.
Debo admitir que su vino es dulcemente embriagador.
A veces solo quiero beber hasta saciarme, solo para encontrarme a mí mismo despierto en los hospitales donde me dan diferentes píldoras hasta que mi mente se adormece en silencio.
Pero el silencio es todavía una ausencia que puedo sentir agudamente.
Algunos días no estoy tan seguro, Eternidad, pero a veces sueño con fugarme con vos.
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