Solamente descendidos en la profundidad el mismo idioma podremos compartir
porque es allí donde el pudor y la vergüenza dejan de influenciar nuestro existir.
Pero es también donde la lucidez ante lo absurdo en fragmentos te va a destrozar
y la debilidad por sentirte incapaz de gozar el tiempo que sobra se volverá a reforzar,
acelerando así la desesperación por dejar de tener conciencia sobre la existencia;
demoliendo los balsámicos bártulos de diversión: pilares de una falsa paciencia.
Es allí, además, donde la brújula de la identidad te recuerda quién eres en realidad,
tu verdadero yo , ese al que cambiar has intentado con vanos rumbos de curiosidad
que solo te han devuelto hacia la implacable soledad, punto del cuál habías partido,
pero más derrotado aún de haber hecho el esfuerzo por olvidar que roto has nacido
y que por tal motivo jamás lograrás tranquilidad inmerso en una frívola sociedad,
la cual no deja de filtrar a tus ojos más que predicada ignorancia y primitiva maldad.